Capítulo 30: Adquisición de Maquinarias y nuestro viaje en Motorhome

La buena temporada de 1992, nos permitió nuevas inversiones en el Cerro. Y tomé la decisión de un nuevo viaje a Suiza. Pero antes de partir, decidí conseguir dos máquinas viales indispensables para los arreglos de pistas y caminos. En Villa La Angostura, aparte la empresa Conevial, nadie tenía máquinas para estos movimientos de tierra. En Bariloche conseguimos una pala cargadora y de Estados Unidos importamos una topadora. De Suiza, más adelante, importamos una Retroexcavadora, sobre cuatro patas móviles independientes, que puede trabajar sobre terrenos inclinados. Con estas tres máquinas hicimos muchísimos trabajos.

Centro de Esquí Cerro Bayo en la década de los 90’
La Topadora de Cerro Bayo S.A. importada de Estados Unidos.
Pala cargadora frontal de Cerro Bayo S.A.
Retroexcavadora de Cerro Bayo S.A. importada de Suiza.

También contratamos nuevos miembros de personal, entre los cuales Mario Díaz, que se ocupó de la telesilla principal con un talento único para entusiasmar los indecisos a subir en telesilla y admirar la magnífica vista. Un campeón del Marketing.

Mario, campeón del Marketing, siempre sonriendo.

Otro, era el mecánico Alejandro Dal Dosso, que desgraciadamente por problemas familiar no pudo quedar, dejando el lugar libre para otro. Para el mantenimiento de las máquinas contratamos a Hermes Lavado.

El verano de 1992/93 fue un período de importantes trabajos de mejoramientos de pistas, con instalaciones de nuevos telesquíes y la instalación de una línea eléctrica de media tensión hasta el nivel 1500 con su subestación, incluyendo un potente grupo electrógeno de urgencia de doscientos caballos. Esta corriente nos permitía electrificar los refugios y los telesquíes. Lo que iba a ser una valiosa mejoría para la temporada 1993. Sin los ruidos ni el humo de los motores diesel y con luz eléctrica en los refugios.

La subestación eléctrica en el nivel 1500.

De Suiza traía, además de la Retroexcavadora, un Pisanieve Ratrac conseguido en Aminona, cerca de Sion y de “Les Crosets”, una cantidad enorme de esquíes con botas y ropa. Los beneficios de la última temporada habían sido bien reinvertidos.

El primero de noviembre, Bernadette escribía: “A nuestra casa rodante, le hace falta cada vez menos. No sé, ¿cuándo será nuestra primera expedición? 

Parecía un chalet bien amoblado con un dormitorio para los padres, otro de cuatro cuchetas para los chicos, un salón comedor cocina y un baño con ducha. Sin olvidar la calefacción, termo tanque, reserva de agua, etc. 

Nuestra Casa Rodante con su pintura definitiva.

Desgraciadamente, no era el momento para salir a conocer la Patagonia. Era la época de los exámenes de fin de año, la entrega de las evaluaciones, una pieza teatral, donde Édouard apareció con el rol de Bombero (Fue su primera actuación de Bombero)

Édouard Bombero.

Y la Navidad, con el pesebre viviente, donde Hélène actuaba  de ángel y Édouard de pastorcito.

En ese fin de año de 1992, entró a nuestro servicio nuestra fiel Betty, que se quedó con nosotros hasta 2013, para ayudar Bernadette en el mantenimiento de la casa y en la cocina. Betty, madre soltera, había venido a trabajar en Argentina con el fin de mandar a Chile el dinero suficiente para la educación de sus dos hijas que vivían con los padres de Betty. A partir de 2013 son ellas dos que la mantuvieron, mientras Betty cuidaba  su nieto.

Es así que entre las actividades de 1993, con la llegada de Mamy que volvía a pasar el verano con nosotros,  tuvimos que atrasar nuestra primera expedición a bordo de nuestro Motorhome hasta el mes de febrero. Mamy aceptó acompañarnos, con la única condición que mientras alojábamos en nuestra casa rodante, ella se alojaría en un hotel. Justamente, nos habíamos hecho la ilusión que durante ese viaje no íbamos a tener que preocuparnos de buscar dónde alojarnos, lo que es siempre difícil en épocas de vacaciones. Es así que decidimos viajar a Chile, donde íbamos a encontrar más hoteles que del lado argentino. Lo que favorecía también a Betty, que podía acompañarnos para pasar algunos días con los suyos.

Nuestra expedición trans-cordillerana con Betty.

Todavía no teníamos mucha experiencia en el manejo de un vehículo tan grande y del uso de los frenos que se quedaban rápidamente sin aire comprimido, lo que nos obligaba a andar prudentemente. Para ese primer viaje, Bernadette nos seguía con su pequeña VW, por cualquier caso que podría ocurrir, entre los cuales buscar un hotel para Mamy. En Osorno, dejamos a Betty y tomamos la ruta a Valdivia. Allí en pleno centro, tuvimos nuestro primer problema. Con un tráfico intenso, en el medio de un cruce de calles con semáforos y policía, se paró el motor. Una piecita que une el pedal de acelerador con el motor que se encuentra en la parte trasera, a 10 metros de distancia, se desenganchó. Había que meterse debajo del vehículo para encontrar la falla y mantener la calma en el medio de un concierto de bocinas y silbidos del policía. Sin  mameluco, tirarse con pinza y alambre para hacer una reparación provisoria y reponer el motor en marcha. Por suerte nos salvamos sin multa. Nos escapamos de Valdivia, esperando encontrar una linda playa al borde del Pacífico, por dónde habían pasado Michel y María en invierno. Desgraciadamente, en verano estaba muy sucia y llena de veraneantes. Después de haber elegido un lindo lugar, cerca de Niebla, sobre una loma con vista sobre el Océano y la Cordillera, nos pusimos a limpiar los alrededores de nuestra casa, mientras Bernadette y Mamy buscaban un hotel. Pero no eran muy confortables y estaban todos ocupados. Al final, Mamy se quedó a dormir en nuestro chalet sobre ruedas y participó así de nuestra primera noche a bordo. 

El día siguiente, decidimos encontrarle un buen hotel en Valdivia. Después del almuerzo, Bernadette salió con Mamy y Hélène. Paul, Edouard y yo salimos para encontrarnos con ellos, sin pensar que íbamos a vivir una nueva aventura. 

Se trataba de una ruta ondulada con subidas y bajadas, pero como nuestro motor no tenía mucha potencia, aprovechábamos las bajadas para afrontar con velocidad las subidas. En un momento, en el punto más bajo, nos encontramos con un puente, del cual la superficie estaba a 20 cm más alta que la ruta. Nuestro Motorhome saltó el obstáculo con el problema que  las cuatro ruedas traseras y el pesado diferencial, quedaron al nivel del piso, desacoplando el cardán de transmisión que golpeándose contra el hormigón, quedó dañado. Nos paramos al borde de la ruta, a pocos metros del puente. Debajo del mismo, el agua no corría, encima una nube de mosquitos hambrientos nos recibieron. No podíamos avisar a Bernadette que iba a preocuparse por no vernos llegar. No nos quedaba otra que ponernos los mamelucos, sacar la caja de herramientas y efectuar la reparación. Desarmar el cardán y  limar la parte dañada  hasta poder reacoplar la transmisión. Dos horas más tarde, comidos por los mosquitos, cuando terminábamos la reparación, llegó Bernadette, muy feliz que no había ocurrido nada grave. La seguimos hasta el hotel cinco estrellas de Mamy, dónde el hotelero nos dejó estacionar nuestro mini hotel de pocas estrellas, entre las flores de su linda playa de estacionamiento. A la noche, después de haber aprovechado la pileta de natación, Mamy, nos invitó a cenar en su palacio, para reponernos de nuestras emociones.

Al día siguiente, hacíamos la visita de Valdivia que fue en el tiempo de los españoles uno de los fuertes más importante de Chile. Pasamos interesantes horas en el fuerte, que se encuentra en buen estado de conservación a pesar de los frecuentes sismos. Al final de la tarde, nos encontrábamos con nuestros compatriotas Michel y Françoise Van Ginderdeuren, en su espléndido Fundo Raillén. Queríamos invitarlos a cenar en nuestra casa rodante, pero con su habitual amabilidad, nos invitaron a cenar en su chalet, dónde Mamy se quedó a dormir. El regreso a Villa La Angostura se hizo sin problema, habíamos aprendido mucho sobre el turismo en casa rodante.

Final de las vacaciones 1993.

Durante todo el verano de 1992/93, tuvimos de huésped en Andalué, nuestro agrimensor Roberto Balzarotti, que vino a medir el terreno del Centro de Esquí. La municipalidad nos exigía la implantación exacta de todos los edificios. Balzarotti tuvo que medir en primer lugar la ubicación del terreno, incluyendo las mediciones  de la ruta y del camino de acceso al Centro de Esquí y en una segunda etapa la ubicación de las construcciones y de los medios de elevación. Un trabajo que le obligó a realizar más de 30 km de mediciones, mayormente en zonas boscosas. Hay que tener en cuenta que en esta época no existían los GPS y que para dar la posición exacta del terreno había que empezar por descubrir una estaca colocada por Parques Nacionales, antes del año 1940 sobre la costa del lago a más de 5 km del Centro de Esquí. No era fácil encontrarla en la vegetación que había crecido desde entonces. Una vez encontrada, Balzarotti podía empezar las mensuras, abriendo una picada de un metro de ancho por más de 6 kms. de largo, desde la costa del lago hasta casi la cumbre del cerro, allí doblar hacía la derecha con un ángulo de 90 grados, cruzar un profundo cañadón para determinar la línea de mil metros de fondo del lote pastoril 14. Doblar otra vez con un ángulo de 90 grados y bajar midiendo más de 6 kms. a través de matorrales, cañas coligües y árboles, hasta la costa, allí doblar otra vez a 90 grados para encontrar a mil metros la estaca de partida de Parques Nacionales. Todo eso con una tolerancia de pocos centímetros. Después, hacer lo mismo con los lotes pastoriles 13 y 15 para asegurarse que todo coincidía. Todo eso con el riesgo de una posible equivocación. En ese caso tener que rehacer las mensuras, porque Balzarotti no era tramposo. Hoy día los actuales agrimensores, entre los cuales nuestro sobrino Miguel, se preguntan como hacía para colocar sus estacas con tanta precisión.

Se trataba de un largo y costoso trabajo que no íbamos a poder explicar a nuestros esquiadores que querían pagar lo menos posible sus pases de esquí, sin conocer los numerosos gastos extras que encontrábamos durante el año. La Asociación Cerro Bayo se había comprometida a efectuar estas mensuras, pero no le quisimos exigir de pagar su costo.

Balzarotti necesitaba dos hombres con motosierra y un caballo. Eso además de su fiel peón que conocía su carácter exigente y sus costumbres. Su buen ayudante dormía debajo las estrellas. Para él un árbol era suficiente y antes del amanecer, Balzarotti que dormía en nuestra casa, lo despertaba para tomar un primer mate, antes de partir a la montaña. Los dos aparecían muertos de cansancio al final del día y eso durante tres meses. En ese tiempo,  la edad de Balzarotti se acercaba a los ochenta años. Durante toda su vida había trabajado así, sin enfermarse nunca. Poco antes de fallecer, su hijo le había traído de Estados Unidos un teodolito digital, último modelo, fue el regalo más lindo de su vida. Don Roberto era de Tandil, era parte de esta raza trabajadora del campo, preocupados días y noches por sus explotaciones ganaderas y agrícolas. El duro trabajo del campo que la mayoría de los ciudadanos de las grandes metrópolis no se imaginan.

A veces, Paul y Edouard acompañaban a Don Roberto y aprendían los secretos de la profesión. Edouard se había fabricado un teodolito casero para poner en práctica las enseñanzas de Balzarotti.

Édouard con su teodolito

Durante junio de 1993, apareció un hijo de Francis Coffy de Abondance, con su novia, ofreciendo ayudarnos en la carpintería y en la montaña. A las pocas semanas, se dieron cuenta que las piedras son tan duras acá, como en todas partes, y volvieron a Francia, agradeciéndonos por la experiencia recibida.

A principio de julio de 1993, aparecieron nuestros sobrinos Laurence y Olivier (hijos de mi hermano Xavier). Venían a conocer sus primos argentinos. Con ellos caminaron y esquiaron, anduvieron en bicicleta hasta el Bosque de los Arrayanes y conocieron nuestra forma de vivir en esta parte del planeta tan distinta de Bélgica.

En la carta del 25 de junio de Bernadette: “Jean-Pierre tiene todavía mucho para hacer para poder abrir la temporada. Son materiales prometidos, que tardan en llegar, así como problemas de personal. Tuvo que despedir un empleado la semana pasada. Lo que cuesta mucho en Argentina, pero conservarlo cuesta más. Son largas negociaciones que hay que tratar con diplomacia, con el riesgo que el interesado vaya a denunciarnos a su sindicato, sin hablar de una posible demanda jurídica. Hasta ahora nos arreglamos sin llegar tan lejos. (Una primera ola de abogados había llegado a Angostura y nadie entendía lo que venían a hacer, ni imaginaban los problemas que iban a causar. Ahora  los llaman: “Las aves negras” y un tribunal de justicia ocupa un imponente edificio del pueblo).  Hoy es viernes y estamos obligados a quedar en Bariloche debido a varios deslizamientos de tierra y rotura de un puente sobre la ruta hacia Villa La Angostura. Esta noche hubo una lluvia torrencial con un viento de más de 100 km/h. Los ríos desbordaron excavando los taludes de accesos a los puentes. Es imposible llegar a Villa La Angostura por tierra. Los chicos están de mal humor. No sé lo que voy a hacer con ellos todo el fin de semana. Por suerte tienen amigos para visitar”.

Y el 28 de junio de 1993, Bernadette sigue su carta, anunciando: la noticia: “Jean-Pierre y yo tomamos la decisión de volver a Angostura y que los chicos sigan la escuela allí. Actualmente en Villa La Angostura hay buenos profesores de inglés y de informática”.

Por su parte, Paul se volvía cada vez más fanático de la computación.

Paul con nuestra segunda computadora en Andalué.

El 30 de julio de 1993, Bernadette escribe: “Me hubiera gustado mandar mi carta con Laurence y Olivier, venidos a esquiar con sus primos quienes les hicieron los honores del lugar. Desgraciadamente Jean-Pierre estaba muy ocupado con los preparativos de la temporada y no tuvo mucho tiempo para estar con ellos. Pero quedamos con buenos recuerdos de su estadía entre nosotros.

El material que Jean-Pierre había mandado de Suiza demoró tres semanas en la aduana. Al final salió el día anterior de la apertura de la temporada. El colmo fue el problema de las botas de esquíes. En el momento de salir de la aduana, el inspector anunció que sin certificado de desinfección de las botas, el material no podía salir. Después de largas discusiones, Jean-Pierre consiguió que pudiera retirar las cosas, con la condición de traer un certificado en las 24 horas. La cuestión era de saber quién iba a desinfectar estos zapatos en Bariloche. Durante la noche, pensó en un conocido tintorero que fue a ver por la mañana. El dueño de la tintorería, encontrando eso tan ridículo, le ofreció una factura por desinfección que fue aceptada por la aduana como documento oficial (Sin duda que el aduanero quería proteger nuestros clientes del virus de la prolijidad suiza)”.

De der. a izq. : Jean-Marie, Bernadette y dos instructores : Ricky Holler y Pablo Irizar.

“Por suerte que tuvimos nieve a principio de las vacaciones de Buenos-Aires. Después llovió y volvió a nevar, lo que nos asegura bastante nieve para agosto. Los chicos la pasaron muy bien”.

Durante la temporada 1993, se inauguró el “Refugio Restaurante Tronador”, construido por los hermanos Mirta y Roberto Schulz en el nivel 1500 al lado del sector principiantes.

Mirta y Roberto habían empezado con éxito algunos años antes  la venta de waffles en la base, en frente a la salida de la telesilla. Los apreciábamos y firmamos con ellos un contrato de concesión de diez años de explotación del refugio contra la construcción del edificio. Después de los diez años, lo ampliaron contra una prolongación del mismo convenio de dos años más. 

El refugio Tronador de Mirta y Roberto Schulz en 1993.

“Durante las vacaciones, hice toda la mudanza de Bariloche. Es increíble lo que se puede acumular en una casa en dos años y medio. Por suerte, encontramos un buen inquilino. Es justamente el nuevo administrador de la aduana”.

No pensábamos que la casa podía dar una renta tan lucrativa. Para nosotros hubiera sido mucho más rentable construir casas que meternos en la actividad de la montaña durante treinta años, pero a cada uno su destino y somos felices del nuestro con la satisfacción de haber dejado un valioso atractivo turístico al pueblo y haber tenido el reconocimiento de tanta gente que aprovecharon y siguen aprovechando esta montaña.

El 8 de septiembre de 1993 unos habitantes de Florianópolis, que habían visitado el Cerro Bayo, me habían pedido de ayudarlos para colocar un teleférico o una telecabina en esta localidad. Me recibieron en un excelente hotel con buenas comidas, pensando sin duda que me hubiera interesado asociarme en su proyecto, (como si no teníamos bastantes problemas a solucionar en el Cerro Bayo). Fueron para mí, dos días muy interesantes en ese país en pleno desarrollo turístico en estos años.

De Brasil, seguí mi viaje hacia Montreux, dónde mi médico/cirujano me esperaba en su sala de tortura (operación de varices), de dónde salí con suficiente movilidad para encontrarme en Villeneuve con Claude y Renée Borloz (la mamá del Claude Borloz con su camión-grúa en “Les Crosets” y su segundo marido con mismo nombre y mismo apellido), quienes me atendieron tan amistosamente durante mis tantas expediciones en Suiza. No olvidaré nunca su hospitalidad en su chalet situado al borde del lago Leman. Un chalet construido entre viñas, con las cuales producían su vino. Nunca hubiera imaginado gente tan hospitalaria. Me facilitaban un confortable departamento en la planta baja del chalet, de dónde salía temprano a visitar los diversos Centros de Esquí del Valais de ambas partes del Río Rhône. Los gerentes de estos Centros me conocían y me esperaban entre septiembre y octubre para ofrecerme materiales que me podían interesar. Cuando volvía a la tarde, los Borloz me esperaban  para cenar con un buen vino de su producción y las especialidades culinarias suizas de Renée. Cada año, durante un sábado,  participaba de las vendimias de su pequeña viña. Muchos vecinos y amigos colaboraban con la cosecha que se hacía en poco tiempo. Apenas terminada, Claude y Renée ofrecían una sabrosa comida acompañada por el sonido de cantos folklóricos al sonido de una armónica. Era más un día de fiesta que de trabajo que me hacía conocer mejor los suizos con sus cualidades de orden y disciplina que los caracterizan. Claude, de tendencia muy socialista, defendía con pasión su punto de vista, él trabajaba como electricista en la Sala de Congresos de Montreux y esperaba su jubilación para venir a conocer las viñas argentinas, plantadas en las alturas de la cordillera de los Andes y los glaciares en el nivel del mar, lo contrario de Suiza (En 1997, Claude y Renée pudieron realizar este viaje que contaremos más adelante).

Renée y Claude con sus nietos Fabri y Dany en  Mayo 1993

El 22 de septiembre de 1993, Bernadette escribe a su mamá: “Me imagino que te sorprendió tener un llamado de Jean-Pierre. En realidad fue un viaje decidido tan rápidamente que apenas nos dimos cuenta.

Empecé a coser un vestido blanco para la primera comunión de Hélène que se celebrará el 10 de octubre”.

El 10 de octubre 1993, día de la primera comunión de Hélène.

En su carta del 22 de octubre de 1993, Bernadette escribe: “Jean-Pierre ha regresado a tiempo de Suiza para estar acompañando Hélène el día de su Primera Comunión. En Zurich, casi perdió el avión, porque había obras en el centro de la ciudad y avanzaba a paso de hombre, además tenía que entregar el auto alquilado. Ahora está metido en los planos de un nuevo proyecto de telesilla que espera instalar para el próximo invierno (Se trataba de la silla del bosque).

Édouard empezó a andar en bicicleta. Anda a plena velocidad y para frenar salta, terminando de vez en cuando cayendo, pero no hay forma de hacerlo andar más despacio. 

Domingo, Hélène tendrá un entrenamiento intensivo de patinaje artístico sobre ruedas, con un profesor de Neuquén que vino para seleccionar 35 jóvenes que tendrán que participar de un torneo.

Todos, te estamos esperando”.

Mamy llegó a tiempo para asistir a la representación del Pesebre Viviente en el salón parroquial, en el cual  participaban Hélène  de Ángel Gabriel y Edouard de pastorcito.

Édouard, Pastorcito. 
Navidad 1993 en Andalué con los primos Pamela y Nicolás.

En el Cerro, sobraban proyectos. El principal era la colocación de la Telesilla del Bosque, traída de Suiza el año anterior para colocarla entre el nivel 1250 y 1650, en pleno bosque de lengas. Estábamos esperando la autorización de la oficina de Bosques de la Provincia para desmontar el trazado. Nos hacía falta esta autorización para medir el trazado lo antes posible para mandar las medidas a la fábrica suiza de Bartholet, que se había ofrecido de hacer los planos. Desgraciadamente la autorización demoró demasiado y tuvimos que postergar la obra por un año. Aprovechamos el tiempo para construir un taller en las inmediaciones del T-BAR, para el mantenimiento de los pisanieves. También hicimos numerosos arreglos de pistas, anticipando los accesos a la entrada de la futura Telesilla del Bosque. El lugar en el límite entre los coihues y las lengas era el nivel ideal por la acumulación de nieve. Se había elegido un trazado protegido del viento hasta su llegada, arriba de la llegada del Pomita 18. Ya teníamos bastante experiencia para realizar este proyecto y nuestro equipo humano estaba listo para enfrentar ese nuevo desafío. Un proyecto bien pensado que esperábamos realizar en menos de dos años. El trazado se encontraba sobre una parte del Cerro de acceso difícil. Por suerte, teníamos máquinas, no siempre en buen estado pero que, a pesar de todo, nos daban un buen servicio. Para no perder tiempo, planificábamos una estrategia de obra, haciendo ya algunos movimientos de tierra para acceder al emplazamiento de la estación motor, mientras tanto todos los días domingos incluidos, subíamos turistas que venían a apreciar el espléndido panorama que ofrece el Cerro Bayo. Un servicio turístico que ayudaba a financiar nuestras obras y hacía conocer nuestro Centro Invernal. En el país, nos consideraban como una pequeña Estación de Esquí, pero muchos descubrían que éramos más importantes que lo que les habían contado y prometían venir a esquiar el próximo invierno. Nuestra propaganda se hacía sola.

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