Capítulo 29: Nuevas adquisiciones en Suiza y Temporada 1992

En la carta de Bernadette del 23 de octubre de 1991: “Jean-Pierre salió el domingo para Suiza. Un viaje relámpago que a decir  verdad, no estaba previsto, porque no tenía la intención de salir este año. Tiene su vuelo de regreso para el 12 de noviembre, para estar a la primera comunión de Paul el 17. Durante el mes de junio habíamos recibido una carta del Centro de Esquí “Les Crosets” avisándonos que estaban por desarmar una telesilla doble. Como tuvimos una buena temporada, Jean-Pierre proyectaba colocar una segunda telesilla en un lugar estratégico para los esquiadores y convenía aprovechar esta oferta”.

Se trataba del proyecto de la “Telesilla del Bosque” que fue la segunda de las ocho telesillas colocadas en el Bayo y que desde su instalación sigue teniendo mucho éxito. 

“También estamos proyectando una confitería/restaurante en la llegada de la telesilla actual y en la base un nuevo edificio para el alquiler de los esquís y guardería de los niños. Todo eso a realizar en varios años”.

Este desarme y puesta en contenedor fue una verdadera carrera contra reloj. Antes de viajar, ya había hecho el pedido de los contenedores. En “Les Crosets”, me reencontraba con la familia Trombert y Claude Borloz, dispuestos a ayudarme, a pesar que ya había empezado a nevar, lo que iba a complicar el operativo.   

Claude poniendo las cadenas para ir a desarmar la Telesilla.
Claude en frente del “Hotel la Telecabina”.

Claude decidió traer las torres y otros elementos con su camión a la playa de estacionamiento del Centro de Esquí, donde estábamos cómodos para desarmar las torres y otros elementos, cerca del hotel, dónde Gustave Trombert y su equipo de cocina nos esperaban con buenos platos suizos.

En la foto, se puede apreciar a Gustavo y Anne-Marie Trombert con el equipo de la cocina, almorzando a las 11:30 horas antes de abrir el comedor a las 12 horas exacta. En primer plan a la derecha, su hijo Nicolás Trombert, igualmente excelente cocinero.

A las 12 horas, aparecía el personal del Centro para almorzar y jugar un partido de nipes, antes de volver al trabajo a las 13 horas exacta.

Una tarde, Claude me presentó Germain, el dueño del alquiler de esquís del Centro. Después de cada temporada, Germain  renovaba todo su stock de esquís y botas, a pesar que los equipos parecían nuevos (algunos ni habían sido utilizados). Él no quería vender estos equipos en los alrededores, para evitar que alguien los alquile, haciéndole competencia. Es así que Germain me ofreció una camionada de esquíes y botas por poco dinero.  

Claude, cargando esquíes para el Bayo.

Con las experiencias anteriores perfeccionábamos la manera de cargar, dejando lugares libres para los esquíes y botas.

Germain estaba contento que aprovechábamos sus esquíes. Era: “Una mano lava la otra y las dos lavan la cara”,  una perfecta combinación que repetimos los siguientes años. El problema principal era la Aduana Argentina que no aceptaba que estos equipos, en tan buen estado hubieran costado tan poco y nos hacían problemas con las botas, para las cuales nos exigían un “Certificado de Desinfección” por ser usadas. Después nos prohibieron su importación por considerarlas como zapatos deportivos, para los cuales argumentaban que hay una ley que protege las fábricas nacionales de zapatos deportivos, que en realidad nunca fabricaron zapatos para esquiar. Nuestras importaciones a través de la aduana de Buenos Aires se complicaban cada vez más, hasta que decidimos hacer venir los contenedores por Chile con destino final en la aduana de Bariloche, dónde teníamos un despachante muy correcto en la persona de Cipriano y su hijo Paulo Llobet. Paulo consiguió que las inspecciones se hagan en el Cerro Bayo, en el momento de la descarga de las mercaderías, bajo el control de los inspectores de aduana. El mismo día se festejaba la llegada de los contenedores con un asado compartido con los aduaneros. El pasaje por el canal de Panamá aumentaba el costo del flete, pero evitábamos de descargar y recargar los contenedores en Buenos Aires con la mala sangre y los daños que eso nos ocasionaba. Sin olvidar los gastos de depósito en el puerto. La importación anterior en Buenos Aires  había demorado más de tres meses. Un capítulo entero no alcanzaría para contar nuestras aventuras aduaneras y mejor olvidarlas. 

Bernadette continua: “Jean-Pierre me llamó de Suiza. Decía que todo andaba como previsto y que si tenía tiempo pasaría rápidamente por Bélgica. Pero acá, los chicos no están nada contentos que papá se fue a pesar que había prometido que este año no iba a viajar, porque lo hace siempre sin nosotros. Mientras tanto hay problema de personal en la montaña que Jean-Marie trata de solucionar. Temo no tener un fin de semana tranquilo en Villa La Angostura. Espero que Papy habrá recuperado un poco de fuerza en sus piernas para poder desplazarse solo”.

Pero Papy había llegado al final de su existencia y falleció el 10 de noviembre 1991. Mamy de un día para el otro se encontraba sola en su departamento y prometió venir a pasar algunas semanas con nosotros durante nuestro próximo verano. Tal como lo prometido, volví de Suiza a tiempo para la primera comunión de Paul.

La familia completa en compañía de la Virgen y de nuestro querido Padre Ángel.

Mi mamá apareció a fin de año con sus vestidos de verano. Había seguido nuestros consejos, pero el mal tiempo no le permitió usarlos un solo día. Así es el clima angosturense.

Diciembre 1991 en Angostura.
Maman con sus nietos argentinos en la casa de Bariloche.

El 23 de diciembre de 1991, Bernadette escribía: “Ya nos encontramos a la víspera de Navidad y todavía no nos hemos puesto nuestros vestidos de verano. Hasta el fin de su estadía, mi suegra no tuvo suerte”.

Durante la fiesta de Navidad, Hélène interpretó maravillosamente el papel del Ángel Gabriel en el Pesebre Viviente de la Parroquia. 

NAVIDAD EN VILLA ANGOSTURA.

Así se terminaba el año 1991, un año enriquecedor en todo punto de vista, tanto para la formación de nuestros tres hijos, como en nuestras actividades en la montaña con las adquisiciones en Suiza y las numerosas construcciones realizadas, sin olvidar nuestro futuro “Motorhome”. 

Fin de año 1991, con la despedida de Maman.

En ese fin de año de 1991, recibimos una invitación al casamiento del hijo de nuestro contador alemán de Bariloche. Como ya les había contado, Argentina fue para muchos alemanes la tierra prometida para refugiarse después de la Segunda Guerra Mundial. Estaban bien recibidos en el país, el mismo Perón les ayudaba a radicarse. Varios habían llegado incógnitos en submarinos y habían sido recibidos sobre las playas argentinas por compatriotas que les conseguían falsos documentos de identidad. Otros, ex militares alemanes que habían sido prisioneros de los ingleses y mandados a las islas Malvinas,  después de haber sido liberados, habían ido a crear una colonia alemana al bordo del Rio Limay, en esta zona árida, a cien kilómetros de Bariloche. No quedaron todos allí, pero los que quedaron, en compañía de indígenas y de unos chilenos y chilenas, transformaron ese lugar árido en un pequeño paraíso, donde reciben turistas que vienen a curarse del estrés de las ciudades. Allí los  gauchos de esta colonia, dominan tan bien el alemán como el castellano. Nuestro contador no podía haber elegido un mejor lugar. Nosotros estábamos encantados de descubrir esta original colonia perdida en el desierto. Una linda excursión de fin de año.

Paul y Bernadette en compañía de un gaucho bien germánico.

La colonia se encuentra en “Paso Flores” cerca del Dique de Collón Cura que, de paso, visitamos.

Y llegamos al año 1992, con las vacaciones de verano. Paul y Edouard me acompañaban a la montaña donde se construía, en la base, un nuevo edificio para guardería de niños en planta baja,  un local de alquiler de esquíes en el segundo piso y un departamento con oficina en el tercer piso.

Mientras, Edouard se quedaba con el albañil, feliz de poner las manos en la mezcla de hormigón y clavar tablas de encofrados, Paul me seguía en las otras actividades.

Édouard en mameluco dirigiendo la construcción.

Para la felicidad de todos, Mamy vino a pasar dos meses en nuestra compañía, fue su primer viaje sin Papy. Todos, y especialmente los chicos apreciaban su presencia.

Después de su partida, el 23 de Marzo de 1992, Bernadette le mandaba las últimas noticias: “Ahora en las tardes de cada domingo, Paul no está contento de tener que volver a Bariloche, dice que para él es un sacrificio. (¿Pero podría existir una vida sin sacrificios?)  El sábado, tuvimos la misa de despedida de los padres Ángel y Oreste Tizzani. Viernes, el Obispo, el nuevo cura, el Padre Rubén Capitanio y nuestros dos Padrecitos vendrán a cenar en casa”.

Última foto de los Padres Oreste y Ángel en Angostura.

La persona, entre ellos dos, es un Globe-Trotter de paso por Andalué con su mujer y sus dos motos bien cargadas. 

Con placer recibimos estos dos valientes Globetrotters.

“El Sábado tenemos nuestra carrera anual de Enduro. Lo que demandó mucho trabajo a Jean-Pierre, esperamos muchos participantes”.

Nicolás Trombert

Para el trazado del circuito, por suerte había aparecido en casa Nicolás Trombert del Centro de Esquí “Les Crosets”, muy capaz y muy voluntarioso. Nicolás, excelente motociclista, hijo de los dueños del “Hotel Telecabina les Crosets” había llegado a principio de año para realizar un viaje en moto, ida y vuelta hasta Tierra del Fuego (4000 kilómetros) y después de algunos días de descanso en Villa La Angostura, durante los cuales me ayudó en la organización de esta competencia, hizo otra ida y vuelta en moto, esta vez hasta Viña del Mar en Chile. Para estos 8000 kilómetros le había conseguido una moto Honda 250 cc, que por suerte aguantó a pesar que Nicolás, ex participante de carreras en Egipto, parecidas a la competencia “París/Dakar”, con una moto de 650 cc, manejó la moto a fondo durante todo su periplo. A su regreso a Suiza, me dejó la moto que me fue muy útil en el Cerro Bayo. Nicolás nos ayudó también en el trazado del “Camino Panorámico” que  soñaba realizar hacía tiempo. Otra vez, había aparecido en el Cerro Bayo la persona que hacía falta en el momento adecuado. En lugar de un camino subiendo por el faldeo en zigzag, quería un camino con una  pendiente continua de menos de un 10%, contornando la montaña. Un lindo desafío con la esperanza de ofrecer unas vistas espléndidas, tanto para los peatones en verano como para los esquiadores en invierno. No podía imaginar que las autoridades provinciales me iban a castigar con una terrible multa de 30.000 dólares por haber cortado unos pocos árboles para su realización. Por suerte el camino se había hecho y sigue teniendo mucho éxito. Su realización no había sido fácil. En muchas partes nos encontramos con rocas que rompíamos por medio de unas pesadas masas, hasta que recurrimos a un especialista en explosivos para dinamitar estas rocas. Me recuerdo que unos años después pedimos la colaboración de la escuela militar de Bariloche para romper varias rocas, con el fin de ensanchar el camino. Pero este día, durante las explosiones, las autoridades angosturenses se asustaron, pensando, quizás, que podían haber aparecido algunos guerrilleros y nos prohibieron continuar con las explosiones. Para eso, había importado de Suiza un martillo neumático con su potente compresor para perforar las rocas para que los militares tengan solamente que colocar la pólvora y hacerla saltar. No se pudo aprovechar estas costosas perforaciones y tuvimos que seguir rompiendo las rocas con masas de 5 kilos. Además, los militares habían perdido la ocasión de  entrenarse. En los siguientes años, durante cada riesgosa pasada al lado de estas rocas, con pisanieves o camiones, me recordaba ese día de malasangre.

El camino panorámico durante el invierno de 1992.

Sigue la carta de Bernadette: “Los chicos tendrán una semana de vacaciones antes de Pascua, esperamos que la casa rodante esté bastante avanzada para probarla. Ahora, nuestro especialista está pintando el exterior, ya terminó el revestimiento con alfombra y estoy buscando  telas para  cortinas y cubrecamas.

El Living Comedor de la Casa Rodante.

El jueves de Semana Santa, pasando por el refugio del T-BAR, me encontré con una situación dramática. Un empleado temporario, que habíamos aceptado para ayudarlo, se encontraba tirado en coma, con saliva saliendo de su boca. Lo llevé rápidamente al hospital, el Doctor García lo derivó al hospital de Bariloche, porque necesitaba un respirador. No sabemos lo que ocurrió. Se despertó después de cuatro días, en el mismo momento que los médicos estaban por desconectarlo, pero todavía no había recuperado el habla. Entre las denuncias en la policía y las idas y vueltas a Bariloche, etc., era lo que nos faltaba en estos días de Pascua. Por suerte que no habíamos salido a probar nuestro Motorhome. 

En su carta del 18 de mayo de 1992, Bernadette escribe: “El empleado que estuvo en el coma durante cuatro días se encuentra todavía hospitalizado. Es una larga convalecencia. Por suerte se está salvando lo que no es común, generalmente es el corazón que no aguanta tanto tiempo sin oxígeno por la obstrucción pulmonaria. Por suerte no tiene secuelas cerebrales y se recuerda de todo hasta el momento que se desmayó. Puede haber sido una crisis epiléptica. Lo principal es que se está reponiendo. 

Ya tuvimos una pequeña caída de nieve en la montaña y hoy empezó a helar. Tengo la impresión que tendremos un invierno riguroso. La semana pasada festejamos los 60 años de Villa La Angostura. Hubo varios eventos, entre los cuales una interesante exposición de antigüedades locales, mostrando las herramientas e instrumentos que usaban los pioneros para cultivar, cocinar, coser, planchar, moler, sin olvidar las ropas y numerosas fotos. (Exposición organizada por nuestra museóloga Mechi Palavecino).

En cada carta, Bernadette cuenta los múltiples problemas de enfermedades que tuvieron los chicos. Gracias a Dios, sus años de secretaria en el consultorio del doctor Carlier en Bruselas la ayudó. También cuenta en sus cartas los diversos cumpleaños durante estos meses de otoño. 

Para sus cinco años, Édouard lo había organizado en tres etapas: la primera en el jardín de infantes, la segunda en la casa de Bariloche y la tercera con sus amigos y primos en Andalué. 

Segunda etapa en la casa de Bariloche.
El 6 de junio 1992, Hélène cumplía sus nueve años en Andalué.

Y el 5 de julio: “Ahora, el Gobierno provincial de Río Negro, decidió cortar el gas a todos los edificios escolares de Bariloche. Así se adelantaron las vacaciones al 25 de junio y nos volvimos a Villa La Angostura. Este cambio de programa nos complica, porque las vacaciones de Buenos Aires empezarán el 17 de julio, con lo cual no podré estar en el Cerro y además tenemos amigos que vendrán a casa”.

El problema principal de la falta de gas, era que la población de Bariloche había aumentado tanto desde la pavimentación de la ruta de Neuquén-Bariloche (de 30.000 a 100.000 en menos de diez años), que el gasoducto no alcanzaba.

Esta explosión demográfica parecía increíble, cuando uno piensa que hacía  100 años, llegaban los primeros habitantes en los alrededores del lago, en carreta de bueyes para encontrarse en un paisaje extraordinario, pero en una soledad angustiante. Uno se pregunta: Como hicieron estos pioneros, con sus hijos de todas edades, problemas de salud, nacimientos, etc., para alimentarse, construir un primer rancho, cultivar unas primeras verduras, conseguir una primera cosecha de trigo y cocinar su primer pan. Una descendiente de ellos, Betty Barbagelata  cuenta en detalles la odisea de sus abuelos, llegados de la Provincia de Buenos Aires en febrero 1902, pocos meses antes del invierno. Su abuelo, acompañado de dos hermanos, había venido antes, a conocer el lugar. Al regresar, solicitaron al Gobierno tres Lotes Pastoriles de la Colonia Nahuel Huapi de 625 hectáreas c/u. El precio era muy accesible, sin contar que se incluía una escopeta “Remington” con una caja de municiones. Los empleados del Gobierno  consideraban estos colones como aventureros imprudentes que iban a hacerse matar por los indios o por los bandoleros que se encontraban en estos parajes, a más de 1000 kilómetros de las zonas civilizadas.

Betty, mostrando la escopeta Remington de su abuelo.
Los abuelos de Betty con sus nueve hijos, delante de su casa. El tercero a  la izq., es Hipólito, el papa de Betty.

Dos años después de esta única foto familiar, falleció el padre a la edad de 45 años, dejando su viuda y el mayor de 16 años a cargo de la familia. Y cuatro años después, falleció la madre, dejando estos chicos solos. El mayor, por ser todavía “menor de edad” no podía comercializar lo que producían, por no haber cumplido los 21 años reglamentarios y los nueve conocieron la pobreza hasta su mayoría de edad cumplida.

Viaje a Bariloche en la década de 1930.

El papá de Betty había sido bautizado con el nombre de Hipólito, porque el Presidente Hipólito Irigoyen se ofreció ser el padrino de los séptimos hijos nacidos durante su mandato. Lo que era un gran privilegio. A todos estos valientes pioneros, debemos un especial homenaje. 

Pero volvamos a esta pretemporada invernal de 1992, esperábamos que cayera nieve, pero no demasiado porque durante los últimos días se había  cortado el camino de Bariloche. 

La base del Bayo, año 1992.

Habíamos terminado la construcción del edificio para la guardería de los niños, con el local de alquileres y de la administración. Un edificio muy funcional. La Base del Centro se transformaba en una pequeña aldea de montaña con todos sus servicios centralizados.

La temporada se anunciaba muy bien y todos nos felicitaban por el Camino Panorámico. Lo que nos hacía olvidar el costo de la multa.

La temporada de 1992 fue una linda temporada con nieve abundante. Todo funcionaba bien y nuestros clientes se mostraban felices y agradecidos. Además de los nuevos locales en la base, habíamos agregado un pequeño kiosco en la salida del T-BAR con ventas de sándwiches y bebidas calientes. 

El lugar se llamaba “Plaza Tirol” atendido por el amigo René Zuker y su esposa Valentina.

Las vacaciones de los chicos se terminaban con lágrimas, y ellos se volvían muy tristes a estudiar en Bariloche.

El 29 de julio de 1992, Bernadette escribía: “Con estos cambios de programa, tuvimos que dejar nuestros amigos (Catherine Pignier, la mujer del ex Intendente de Abondance y su hijo) en Villa La Angostura”.

Nos empezábamos a preguntar si no nos habíamos equivocado de colegio. Paul y Hélène se quejaban de la falta de disciplina durante las clases y que aprendían poco. Lo que nos dimos cuenta. Parecía que el director, por razones económicas, no podía despedir ningún alumno. Es realmente un problema, porque en casa, les enseñábamos la responsabilidad, las obligaciones de cada uno, el respeto de los demás y en la escuela, para muchos, eso no existía.

J-P y Paul con nuestros amigos Furlong, apasionados y fieles esquiadores  desde la primera pista de esquí en el Cruce en 1976.

Desde la época de nuestro mini Centro de Esquí en el Centro del Pueblo, al lado del Automóvil Club, habían pasado 15 años, durante los cuales había nacido con poco dinero el Centro de Esquí Cerro Bayo, lo que demostraba que el tiempo, bien invertido, es más importante que el dinero. Y en éste año de 1992 quien se iba a imaginar que pocos años más adelante, iban haber ocho telesillas, tres telesquíes, varios restaurantes y otros edificios, hasta un museo de esta montaña con la filmación de su historia desde 300 millones de años hasta el día que aparecieron uno raros individuos deslizando sobre la nieve de sus faldeos.

Desde la instalación de la telesilla en 1989, hasta el año 2007, cuando vendimos nuestras acciones, todos los días del año (menos el 25 de diciembre) el Centro estuvo abierto al público. Eso nos exigía una buena organización, con la ventaja de ofrecer un servicio confiable a las Agencias de Turismo de Bariloche, incluido el turismo local de Villa La Angostura. Año tras año, aumentábamos nuestra clientela y nuestros beneficios que se reinvertían, haciendo un efecto de bola de nieve.

Para esta organización comercial, disponíamos de un personal  amable con los turistas, sabiendo realizar todos los trabajos de mantenimiento, construcciones, instalaciones, etc. Un  problema era la parte administrativa que quedó en mano de Bernadette, por no encontrar la persona adecuada. Solamente en 2005, cuando Hélène terminó sus estudios de Técnica en Turismo, la ayudó.

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