Capítulo 28: Nuestra vida en Bariloche y la Temporada 14° con la inauguración del T-BAR.

A fin de Septiembre de 1990, me estaba preparando para una nueva expedición a Suiza, con una corta estadía en Bélgica. Otra vez, dejaba a Bernadette los problemas, a los cuales se agregaban los principios de la construcción de la casa en Bariloche que esperábamos terminar para marzo. Como se trataba de un lugar pantanoso, habíamos decidido con nuestro amigo arquitecto Jorge Blanc, de edificar la casa sobre una loza de hormigón armado, apoyado sobre una capa de un metro de piedras bochas. Así, no íbamos tener problemas de humedad, ni de deformación del edificio. Para transportar estas piedras compramos un camión volcador, que durante mi ausencia, iba a conducir nuestro amigo Guillermo Garciarena, quien en esta época había empezado a trabajar con nosotros en el Cerro Bayo. Además él dirigía la obra. Un día, le falló los frenos en una bajada de Bariloche y por milagro pudo evitar el accidente.

Con 50 camionadas de piedras estábamos llegando al nivel previsto para empezar los cimientos de la construcción.

El 26 de septiembre, Bernadette escribe: “A partir de hoy Paul tiene una nueva maestra y cuando lo fui a buscar, es la primera vez que lo vi de buen humor y contento. Desgraciadamente quedan solamente dos meses de clases”.

Bernadette anticipaba a tiempo todos los detalles para el amueblamiento de la casa de Bariloche y mientras fabricábamos las ventanas en la carpintería,  Bernadette confeccionaba las cortinas. Eso, a pesar de los inconvenientes que aparecían. 

“Ayer la Tencha me anunció que no iba a poder trabajar durante diez días, porque su mano no se deshincha y eso justo a fin de mes cuando tengo más trabajo de oficina. Espero que los chicos me ayuden, pero con la partida de su padre, sin duda que eso provocará llantos. Ayer, aprovechamos para inscribir los chicos en el Colegio San Esteban de Bariloche”.

El 30 de septiembre de 1990, salía a Europa en la búsqueda de materiales necesarios para la montaña. Para esta expedición disponía de un tiempo y recursos limitados. En Suiza aparecían ofertas interesantes, pero había que tener en cuenta los gastos de transporte y aduana. Incluso, a veces no convenía aceptar materiales gratuitamente. 

Después de una noche, bien recibido en la casa de Francis Coffy en Abondance, llegué a Morgins dónde me recibió Jacques Nantermod, ofreciéndome un pequeño telesquí para debutantes que acepté por ser ideal para nuestros principiantes. Después pasé por el Centro de Esquí de “Les Crosets” dónde tuve que explicar que por culpa de nuestra mala temporada no iba a poder retirar todavía el resto de la telesilla comprada el año anterior. Me entendieron y me ofrecieron gratuitamente un motor que me iba a servir para armar un grupo electrógeno, así como algunas torres de telesquí Poma que íbamos a necesitar. Llamé a Hans Sprecher que me esperaba, porque había encontrado un lote de enrolladores y sillas de una plaza para nuestro T-BAR. Pasé por Flums, muy bien recibido por Anton y Lisbeth Bartholet, con una buena cerveza y sándwiches. Una magnífica familia, llena de esta alegría de vivir que contagia a los demás. Después de Flums pasé un excelente atardecer en casa del ingeniero Ettlin, que me ofreció hacerme gratuitamente los cálculos para mis proyectos de instalaciones de medios de elevaciones. Su estudio especializado en inspecciones de medios de transportes por cable, era uno de los primeros a tener programado estos cálculos. El día siguiente me encontraba con Hans Sprecher que me mostró los enrolladores y me indicaba como llegar al pequeño Centro de Esquí de Pontrecina, cerca de Saint Moritz, dónde Bartholet iba a desarmar una telesilla de una plaza.

Después de sus 42 años estaba funcionando y la probé. Estas sillas y los enrolladores, me costaron solamente el precio del transporte hasta la Estación de Monthey.

Sabía que mi mamá estaba de viaje y cuando pude comunicarme con ella, decidimos encontrarnos en Bâle, para viajar juntos a Bélgica, dónde quedé poco tiempo para volver a Suiza para terminar de cargar un solo contenedor. Dispuesto a volver con poco material, pero con bastante sabidurías, para las cuales la Aduana Argentina no me iba a poder cobrar ni derechos ni coimas de importación.

Apenas el contenedor cargado, en el momento de pasar a saludar Jacques Nantermod en Morgins, él me ofreció un pequeño Pisanieve Kässbohrer en buen estado y a buen precio.

Era uno de los primeros pisa-nieve Kässbohrer con motor Mercedes.

Me quedaba solamente dos días antes de mi fecha de regreso, pero gracias a Dios y la organización Suiza, se pudo cargar a tiempo el pisa-nieve sobre una plataforma especial para su transporte marítimo, que salió vía Amberes en el mismo barco que el contenedor, hacía Buenos Aires.

Satisfecho de estas adquisiciones, devolvía mi coche alquilado en Ginebra y salía para reencontrar la familia y nuestras  actividades.

En su carta a sus padres del 1° de noviembre, Bernadette escribía: “Por suerte, Jean-Pierre está por llegar, porque los chicos encontraron el tiempo largo sin su padre y yo también. Pero se portaron bien, pero tuve la desgracia de encontrarme sin Tencha durante tres semanas por su mano inmovilizada durante un mes y que todavía no está totalmente curada y ahora su marido sufrió una hepatitis. 

La construcción de la casa en Bariloche avanza bien, ya están colocando las vigas del piso de la planta alta. El más laborioso fue el relleno del terreno.

Ayer, todavía quedaba nieve en el nivel 1500. Había propuesto a la maestra de Paul de hacer una excursión en telesilla. Los compañeros de Paul estaban felices. Muchos no habían subidos todavía.

A mi regreso de Suiza, bajo la dirección de Guillermo Garciarena, nuestra construcción en Bariloche así como la construcción del primer taller mecánico del Cerro Bayo estaban avanzando a pesar de una primavera lluviosa. La situación económica del país seguía desastrosa, todos los precios seguían subiendo y el precio del dólar bajaba. Lo que favorecía los importadores y perjudicaba a las empresas nacionales.

Guillermo durante la construcción del primer taller del Bayo.

En el mes de diciembre de 1990, recibimos la triste noticia del fallecimiento de Manuel Groverman (Papá de Eric Groverman). Él y su esposa Martina habían sido mis padres adoptivos en Argentina. Él amaba profundamente el país y supo transmitirme su amor por esta tierra de acogida y sus múltiples oportunidades. Sobre todo para un joven de 23 años, como los que tenía cuando llegué al país. En Buenos Aires como en Villa La Angostura, yo hacía parte de la familia. Manu Groverman respiraba la felicidad de vivir y sabía comunicarla. Guardé muy buenos recuerdos de él. No se había equivocado comprando el chalet “Las Piedritas” con sus 300 hectáreas. Por mi parte, la experiencia del restaurante “Los Tres Mosqueteros” que alentó, había sido una excelente escuela, como también la empresa de transporte lacustre para la cual me había prestado el dinero para la compra del lanchón “Pelícano”, que me hizo conocer la zona con sus diversas actividades de aserradero, construcciones, turismo y principalmente el conocimiento de muchos residentes alrededor del lago. Después mi sociedad con Eric que vino a reemplazar a su hermano Jean. En sociedad, cortamos la madera muerta de “Las Piedritas”. Eric ponía sus talentos de comerciante y yo hacía andar nuestro aserradero con el Tractor Landini del año 1930. Mientras tanto, Jean rezaba en su monasterio para que el Espíritu Santo nos ayude a tomar las decisiones apropiadas en los momentos adecuados. 

Cuando Jean tomó conocimiento del fallecimiento de su padre, su superior le autorizó a venir para sepultarlo en el cementerio de Villa La Angostura, lo que nos dio la oportunidad de recibirlo en Andalué y de mostrarle nuestras realizaciones en el Bayo.

Nuestro hermano trapense Juan Bautista en Andalué

Y en el Bayo con Paul.

La telesilla del Cerro Bayo se hacía conocer por las agencias de turismo y nuestra clientela aumentaba, en gran parte gracias a nuestros precios bajos de promociones. Esta telesilla nos había costado bastante y decidimos recuperar una parte de su inversión, vendiendo la telesilla traída de Morgins a nuestro amigo Filippo Costa que estaba equipando el Centro de Esquí de Caviahué. Era la telesilla ideal para su Centro y le incluíamos el proyecto de su instalación con los cálculos de ingeniería, que nos ofreció el ingeniero Ettlin de Chur.

El 26 de diciembre 1990, Paul con sus 10 años controla la carga de la telesilla para Caviahué.

En el momento de la entrega del medio de elevación, Filippo entregó en Buenos Aires, el 50% del precio de la operación a Fana (Juan Carlos Firpo), nuestro principal socio en ese momento, que recuperaba así una parte importante de su participación. A nosotros, Filippo nos entregó un cheque sobre un Banco Italiano, que esperábamos utilizar en una próxima expedición a Suiza. Yo sabía que a partir de estos años, varios Centros de Esquí iban a cambiar sus medios de elevaciones de poca capacidad por nuevos modelos con mejores rendimientos y con menos costos de personal. Gracias a eso, sin tener que pedir préstamos bancarios nos podíamos seguir equipando con buen material suizo. Eso, con la oportunidad de aprovechar cada viaje a Suiza para aprender el oficio, lo que nos hubiera costado años de pruebas y equivocaciones. En Suiza, ellos habían hecho sus experiencias y me transmitían el “Como Hacer”. Al atardecer mis amigos suizos, me enseñaban como simplificar el trabajo en la montaña y me ayudaban a conseguir los materiales necesarios. Me contaban como se había construido los grandes teleféricos, mucho antes del uso de los helicópteros. Todos me ayudaban con buenos consejos.

Acá, pueden apreciar el uso de un antiguo, pequeño teleférico de servicio como se encuentran todavía en Suiza, utilizados principalmente para bajar rollizos de madera y transportar los operadores forestales, como en este caso.

Un evento que marcó ese fin de año 1990, fue la visita por Andalué de un inglés, a caballo. Había salido de Tierra del Fuego con tres caballos petizos de raza patagónica, con la esperanza de llegar con ellos al Estado de Texas en Estados Unidos. Su nombre era John Labouchère, descendiente de un francés que había escapado a Inglaterra, en el momento de la Revolución Francesa de 1789. Para agradecer nuestra hospitalidad, John dejó en nuestro libro de oro estas palabras: “Christmas 1990, Everything about this family and their home will be remembered by me for a long time. Near the commencement of my ride from Argentine to Texas I have met kindness and old-fashioned hospitality that is so rare in this “funny old world”. Merci Bernadette, Jean-Pierre et les enfants.  Sincerely      John Labouchère”.

Desgraciadamente, una semana después, John tuvo un grave accidente en Junín de los Andes (a 200 km de Angostura) y tuvo que ser hospitalizado en Junin. Entonces, retornó a curarse en Inglaterra y volvió para seguir su periplo que lamentablemente, tuvo que interrumpir en Perú. En noviembre 1995, reapareció en Andalué acompañado de su esposa. Nos contó su caída y la de su caballo que le cayó encima, aplastando su máquina de foto contra su pecho. Con humor británico, nos decía que a pesar de la gravedad de la caída, no se quebró la máquina. Pero, le provocó una fuerte lesión interna. El 9 de noviembre 1995, John escribía: “We have again been made to feel entirely at home in this lovely “Hotel Andalué”. The montains and lakes, the family and the Villa have given Mary an insight to the Welcome and Confort Y was given 5 years ago.    John and Mary Labouchère”.

Hemos guardado un excelente recuerdo de ese simpático matrimonio, a tal punto que en 1996 pasamos a visitarlos en su granja, donde fuimos bien recibidos y dónde los chicos montaron uno de los caballos patagónicos, traído por John en recuerdo de su periplo en América Latina.

Pocos días después en enero 1991, pasaba por Andalué un joven neo-zelandés que vino a conocer América del Sur en bicicleta.

Siempre con placer, escuchábamos estas aventuras de “Globetrotters”, recordando mis aventuras de viaje con Charles y la felicidad cuando los habitantes nos recibían en su casa, ofreciéndonos con buen corazón lo poco o lo mucho del que disponían. Como lo escribía John son recuerdos inolvidables, sobre todo después de noches de camping, invadidos por mosquitos o inundados bajo una lluvia torrencial al borde de la ruta, de poder disfrutar de una buena noche con buena comida en buena compañía. Lo que aporta un increíble efecto reparador de energía.

A fin del año de 1990, habíamos recibido otra visita interesante, fue la de un apasionado de las Alas Deltas, que nos aconsejaba promover ese deporte. Él se lanzó desde el nivel 1700 del Bayo, dónde lo habíamos subido con una silla simple, colocada al T-BAR. Nos mandó esta foto con estas líneas al verso: “Para el amigo Jean-Pierre por el espíritu deportivo puesto de manifiesto durante mis experiencias inolvidables en Villa la Angostura”.

Desgraciadamente este joven se mató pocos meses después, cayendo con su Ala Delta cerca de Tandil. A raíz de ese accidente, nos convencimos que no convenía promover un deporte tan riesgoso en el Cerro Bayo. 

Mientras que nuestra telesilla subía turistas todos los días de 9 a 18 horas, nuestros trabajos de construcciones en la montaña así como en Bariloche avanzaban lentamente pero a paso seguro. En el Cerro, no podíamos perder los lindos días de verano, a pesar de las rondas infernales de los tábanos y los fuertes rayos solares, para terminar la instalación del T-BAR que íbamos a inaugurar el próximo invierno. 

Fana y su hijo Juan controlando la instalación del T-BAR.

El montaje fue un gran sacrificio que podríamos haber evitado si hubiéramos armado directamente una telesilla al vez de un telesquí T-BAR sobre una pendiente tan difícil. Solamente 14 años después armamos la telesilla “Lenga”, pero en esa época, no disponíamos ni del dinero suficiente, ni de la experiencia, ni de los buenos consejos de Paul Glassey que no conocíamos todavía, ni de la conexión eléctrica que estábamos esperando. En realidad era una pendiente demasiada inclinada para un telesquí. Bastaba que la soga de una percha se corte, para que los dos esquiadores se vayan hacia atrás a plena velocidad. Por suerte durante más de diez años, eso no ocurrió. En realidad, repetíamos el error del Poma, instalado nueve años antes de la instalación de la telesilla que apenas instalada nos aportó sus buenos servicios. Durante todo el año, subía los turistas y facilitaba nuestros transportes de personal, herramientas y materiales. Con ese medio de transporte unimos la Base con el nivel 1500, sin contar que para el esquiador es el mejor medio de elevación.

En su carta del 31 de enero de 1991, Bernadette escribe: “Terminar la casa de Bariloche para marzo es una verdadera carrera contra reloj, y más ahora que el país sufre una nueva terrible devaluación (principio de enero: 1 usd=4970 Australes y ahora 9300), lo que hace que muchos comercios y fábricas no quieran vender nada. A pesar de eso nuestros trabajos siguen avanzando”.

La Estación de salida de la telesilla en 1991.

Como explicaba anteriormente, la telesilla funcionaba muy bien, pero todavía sin electricidad. Ya hacía más de un año que estábamos funcionando con el motor de auxilio. Salí otra vez a Neuquén con la esperanza de conseguir la conexión a esta energía indispensable. Volví con la promesa del gerente principal de EPEN y poco tiempo después, festejábamos la puesta en marcha silenciosa del motor eléctrico de la telesilla. 

En Bariloche, seguíamos con el desafío de terminar la casa para principio de marzo. Por lo menos con la esperanza de poder acampar en ella.

La construcción de la casa  fin de febrero 1991.

Por casualidad, Eric y Amalia Groverman habían tenido que viajar a principio de marzo y nos invitaron a compartir su departamento de Bariloche con sus tres hijas. 

En la carta de Bernadette del 30 de marzo: “Ya estamos en la Semana Santa. Los chicos están contentos de estar en la casa, porque los 15 días de mucho calor, encerrados en un departamento, fueron difíciles para ellos. Pero, gracias a Eric y Amalia pudimos evitar de alquilar una casa”.

En compañía de Florencia en el departamento de Eric y Amalia.

En la casa nueva en Abril 1991.

Nos teníamos que acostumbrar a un nuevo ritmo de vida. Para Bernadette y los chicos, Andalué se transformaba en la casa de fin de semana. Los viernes a la tarde, todos contentos del viaje a Villa La Angostura y el domingo, un doloroso regreso a Bariloche. Mientras Paul y Hélène perfeccionaban sus conocimientos de inglés, Édouard aprendía “yellow, blue, red, one, two, three, present, goodbye” como no sabía lo que es el francés, el inglés o el español, decía que es así que se habla en la escuela.

El Presidente Menem había empezado su mandato en 1989 con una situación de hiperinflación, saqueos de supermercados y agitaciones sociales. A pesar de haber sido elegido por los peronistas, Menem dio a su gobierno una orientación neoliberal, abriendo la economía a la entrada de capitales extranjeros. Gracias a estas medidas, a partir de 1991, pudo controlar la inflación, lo que consolidó su popularidad que aprovechó para tomar la iniciativa de privatizar varias empresas mal administradas por el Estado. En ese principio de año de 1991, nombró a Domingo Cavallo como ministro de economía, que impuso la “ley de convertibilidad”, una paridad entre el dólar y el peso, lo que permitió una cierta estabilidad y el aporte de inversiones extranjeras con competitividad internacional. No hay duda que el primer gobierno de Menem, acompañado de su ministro de economía, fue excelente desde el punto económico. Mientras que, hechos trágicos, atentados y otros ocurrían en el país. Un día, apareció Menem en Villa La Angostura, pero no salió de la Residencia Messidor, porque decían que lo había picado una abeja en la frente, pero que en realidad había pasado por el quirófano estético y vino a reponerse, bien atendido y  escondido en El Messidor.

En la montaña, gracias a una primera nevada el 21 de junio, pudimos hacer las primeras pruebas del T-BAR, para el cual el montaje nos había hecho sufrir tanto. Durante estas pruebas apareció un problema en las dos últimas torres, las más inaccesibles.

¿Cuantas veces, tuvimos que trepar así, con herramientas, en nieve honda a encarrilar y ajustar estas torres, hasta conseguir el perfecto funcionamiento? Mejor no recordar.

Por suerte que había nevado poco todavía.

No olvidaré nunca estos sacrificios. Por suerte pudimos solucionar el problema antes de la nevada del 7 de julio, justo antes de las vacaciones invernales.

El 6 de agosto de 1991, Bernadette escribía: “Ahora las vacaciones han terminado. Los chicos aprovecharon bien la nieve, solamente 2-3 días no pudieron esquiar por temporal de nieve o de viento. Jean-Pierre llegó de Villa La Angostura anoche, pero no podrá regresar hasta que la ruta esté despejada, porque hay varios camiones que quedaron en la nieve, obstruyendo el tráfico”.

Eso ocurrió varias veces, cuando teníamos una excelente nieve en el Bayo y que nuestros clientes no podían llegar desde Bariloche. Conclusión: “Tenia que nevar, pero no demasiado”.

El invierno 1991 fue realmente una linda temporada. El T-BAR apenas inaugurado fue la vedete del invierno. Nos había costado dos años de sacrificios y por fin nos daba su recompensa. 

Cumplíamos así el acuerdo con la Asociación Cerro Bayo, de colocar la telesilla hasta 1500 seguido de un telesquí hasta 1700, ofreciendo un desnivel total de 650 metros. Estábamos convirtiéndonos en un Centro de Esquí atractivo y nuestra clientela aumentaba. Un éxito que tiene su costo, porque el aumento de esquiadores nos obligaba a aumentar las instalaciones y servicios para evitar de colapsar las instalaciones como en este dibujo humorístico: 

Había que abrir más pistas, y responder a las sugerencias de la clientela. Eso nos confirmaba que un Centro de Esquí, nunca se termina de construir. Los comerciantes del pueblo nos seguían exigiendo gastar más en publicidad. A los cuales contestaba que la mejor publicidad es la excelencia del servicio. ¿Para qué sirven lindos folletos si el cliente se encuentra defraudado en su primera visita? Sin olvidar que estos esquiadores desilusionados, después de una semana de lluvia se quejaban en la Base del Cerro Bayo y no iban a volver nunca más. Hoy, siento haber cedido demasiadas veces a estos gastos de publicidad que nos traían muchos problemas con grandes sumas de dinero que hubiera sido mejor invertir en el Cerro. La mejor publicidad se hace de boca en boca y hoy con las redes sociales. Creo que la mayoría del pueblo no podía darse cuenta de los costos que demandan un Centro de Esquí y pensaban que el dinero nos caía del cielo. 

Un gran éxito fue de haber encontrado un lugar ideal para principiantes en el nivel 1500 dónde los novatos podían llegar cómodamente con la telesilla y aprovechar el panorama durante sus primeras clases de esquí. Casi todos volvían año tras año y se transformaban en amigos del Cerro Bayo, contagiando sus conocidos a la pasión del esquí.

La pista debutante 1, durante la temporada 1991.

El 12 de agosto 1991, Bernadette escribe: “Tuvimos algunos días de vacaciones suplementarios, porque no hubo clases miércoles y jueves por fuertes nevadas. Nos volvimos a Villa La Angostura con Jean-Pierre en un paisaje encantador, pero la ruta era peligrosa,  había poca circulación y no se distinguía con precisión el trazado de la ruta, no había que desviarse, porque hubiera sido difícil volver al asfalto.

Paul festeja sus 11 años en la casa de Bariloche, a la derecha el amigo compatriota belga, vecino, Chilens, ex fotógrafo de Brujas.

El 5 de septiembre de 1991, Bernadette escribe: “Llegamos al final de la temporada invernal. En la montaña, no sé hasta cuándo tendremos esquiadores. 

Paul con el Pisanieve Kassböhrer de Morgins.

Los chicos aprovecharon lindos fines de semana soleados en el Cerro. Espero que ahora Jean-Pierre pueda quedar más tiempo con nosotros en Bariloche. La semana pasada compró un autobús de 11 metros de largo para transformarlo en casa rodante con el fin de poder pasar vacaciones en familia ya sea, en Argentina o en Chile. Tenemos un amigo que tiene un motorhome que es un verdadero pequeño departamento confortable con calefacción, cocina, baño, todo muy bien instalado, así los chicos podrán descubrir la Patagonia y su gente.

Una nueva aventura empezaba.

Ahora hay que empezar las transformaciones. Ya empezamos por lijar la carrocería y pintarla con antioxidante. Aquí en Bariloche, encontramos un especialista en fabricación y transformación de motorhome. En Córdoba, tenía un taller con varios empleados para estos trabajos, pero la crisis durante la época de Alfonsín lo arruinó, después de haber hecho 300 casas rodantes. (No podíamos encontrar alguien con más experiencia). Hoy se instaló en Bariloche, dónde trabaja solo con la ayuda de su mujer. No quiere tener nunca más empleados y acepta un solo pedido a la vez, sin compromiso de fecha de entrega para que el trabajo esté bien hecho”.

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