Capítulo 44: El accidente.

De regreso del viaje de Suiza, me encontraba con muchas obras. El camino panorámico era muy estrecho en varias partes. El municipio no nos había permitido dinamitar y no nos quedaba otro que hacerlo con un martillo neumático y buenos brazos. Lo que nos llevaba mucho tiempo. Este camino, trazado alrededor de la montaña se había transformado en un atractivo turístico, tanto en invierno como en verano, además de servirnos para nuestros transportes. Desgraciadamente, un kilómetro del sendero se extendía sobre la propiedad de los descendientes del Dr. Gerosa.  Siempre me había llevado bien con el Dr. Gerosa, pero no podía hacer entender a su hijo ni a sus nietos la importancia del Centro de Esquí para nuestra comunidad. Ellos nos exigieron una locación mensual exorbitante para esta parte de camino que no hubiera existido si no lo hubiéramos ejecutado.

Ensanchando el camino panorámico.

En diciembre del 2004, empezamos la instalación de nuestra séptima telesilla, la”Sillita Cumelén”. Encontrábamos otras rocas.

Luis y Nancho con el martillo neumático.

En diciembre, vendimos el T-BAR al Centro de Esquí de Villa Pehuenia. Poco a poco reemplazábamos nuestros telesquíes por telesillas.

La comisión de “Batea-Mahuida” con su cacique.

Durante diciembre apareció otra comisión con Samy Mazza.

Der. : Pepe Irusta, Samy Mazza, Sebastián Álvarez.

Ellos, estaban por asociarse con una agencia inmobiliaria para valorizar un loteo situado al norte del pueblo, al pie del Cerro Bayo, del lado opuesto al Centro de Esquí. El loteo iba a incluir una cancha de golf y un Centro Comercial, de dónde iba a salir un medio de elevación hacia la cumbre del Cerro Bayo. Esta sociedad en formación, tenía el apoyo del Gobernador de la Provincia para este ambicioso proyecto.

Vista del Cerro Bayo, desde la esquina Av. Huemul y Av. Arrayanes (La línea colorada indica la ubicación del proyecto).

Un gran proyecto, al cual le faltaba un buen estudio de costo y rentabilidad. Me explicaban que este futuro medio de transporte iba a permitir a los esquiadores, salir directamente del pueblo hacia el Centro de Esquí. No me podían contestar como iban a hacer en el momento del cierre de las jornadas de esquí, cuando se paran todos los medios y que sus clientes, reunidos en la cumbre, arriesgan de esperar hasta dos o tres horas, sin contar posibles inclemencias del tiempo o desperfecto mecánico para bajar.

Nuestra solución con estacionamiento y todos los servicios en la base me parecía  más lógica.

El conjunto de los edificios en la Base en 2004.

Der.: Miguel Raemdonck con su ayudante y su teodolito último modelo.

A fin del 2004, nuestro sobrino Miguel terminaba sus estudios de agrimensor y a partir de entonces pudimos contar con su precisión y amabilidad para nuestras mensuras. Además Miguel es un excelente y apasionado andinista, cualidad indispensable para el trabajo en montaña.

En noviembre del 2004, se había organizado un importante Enduro sobre el Cerro Bayo con la participación de más de 200 corredores llegados de todas partes. Édouard participó con su espléndida moto Honda.

Édouard antes y durante la carrera.

El 21 de diciembre del 2004, llegan a la aduana de Bariloche nuestros seis contenedores de Suiza, después de haber pasado  por Panamá y haber sido descargados en Valparaiso.

Los aduaneros de Bariloche, amablemente aceptaron verificar la mercadería en el momento de su descarga en la playa de estacionamiento del Cerro Bayo. Evitábamos así de descargar todo en la aduana y recargar después de la verificación. Como no habíamos terminado de descargar los seis contenedores el 22 de diciembre, los inspectores de aduana se alojaron en el refugio y el 23 de diciembre se fueron los camioneros contentos de poder llegar a sus casas para Navidad. Lo que hubiera sido imposible sin la buena voluntad de la Aduana de Bariloche.

La llegada de los seis camiones al Cerro Bayo.

Después de nuestras múltiples importaciones de Suiza, la Aduana barilochense nos tenía  confianza. Todas las piezas de telesillas, repuestos, esquíes, etc. tenían que corresponder exactamente con sus facturas, legalizadas en la Cámara de Comercio del Cantón del Valais y selladas en la Embajada de Argentina en Zúrich. Estas facturas y estos trámites me demandaban mucho tiempo, hasta que me ayudó Antoinette Glassey, muy buena oficinista, siempre dispuesta para solucionar estos problemas. Para los 500 o más pares de esquíes de Germain, había que detallar las dimensiones, las marcas, el país de origen, las fijaciones con sus marcas,  origen, etc. de cada par. El aduanero agarraba algunos esquíes y verificaba si se encontraban en la factura. Ninguno de mis proveedores hubiera aceptado de hacer estas facturas. Para los medios de elevación como para los esquíes no podíamos poner el precio realmente pagado, lo que no hubiera sido aceptado en la aduana, la solución era de inflar los valores con el acuerdo de nuestro despachante y de nuestros proveedores. Lo único que no presentaba problema eran los repuestos y artículos nuevos.

Apenas, los contenedores descargados, nos podíamos preparar para Navidad.

Desde su inauguración, la telesilla principal, se había transformada en un atractivo turístico durante todos los días del año, incluidos los días feriados, desde las 9:00 am hasta las 18:00 pm. El único día del año que suspendíamos el servicio era el 25 de diciembre. La radio en la cocina de Andalué, en comunicación con el personal de la telesilla quedaba muda estos 25 de diciembre y nos preguntábamos lo que pasaba, hasta que nos recordábamos que era Navidad y que no íbamos a escuchar las voces de Mario e Isaías, cantando los números de sillas subiendo o bajando con sus pasajeros.

Para mantener el servicio durante todo el año, teníamos que prever que los mantenimientos se hagan después o antes de las horas de servicio y tener siempre el personal necesario en caso de algún inconveniente. También teníamos durante todo el año un refugio abierto en el nivel 1500. Servicio que ofreció durante muchos años Raúl Marengo, como lo hizo también la familia Sonntag en el refugio de la base, considerando que todos los turistas viniendo en colectivos no subían en telesilla y tenían la posibilidad de refugiarse en un lugar calefaccionado.

El Refugio Balcón del Cerro Bayo, atendido por Raúl Marengo, siempre abierto.

Reunión familiar con Mamy, Nicolás, Jean-Marie, Bernadette, Pamela y Édouard, en el año nuevo 2005 en Andalué.

Como lo he  comentado nuestro servicio de telesilla durante todos los días del año, ofreciendo un panorama único desde el nivel 1500 y con la telesilla Lenga, desde el nivel 1700, durante enero y febrero, tenía un gran valor turístico.

Además de subir y bajar turistas, la telesilla se había vuelto indispensable para el desplazamiento del personal y transporte de mercadería, herramientas, etc. Siempre había algo para subir o bajar. Utilizábamos los caminos exclusivamente para los transportes pesados con camión o camioneta, dejando la prioridad a los peatones que elegían la opción de bajar caminando, disfrutando, durante seis kilómetros los espléndidos panoramas en medio de la vegetación autóctona.

Cuando recuerdo la felicidad que demostraban estos visitantes, descubriendo estas vistas excepcionales, es difícil entender porque haber invertido tanto tiempo y dinero en el desarrollo del esquí, cuando hubiera sido tan sencillo ocuparse solamente de la telesilla principal, dejando un mínimum de instalaciones para el esquí durante las pocas semanas de invierno.

El 17 de mayo del 2004, se había publicado en el Diario Río Negro un artículo, comparando la falta de limpieza del Centro de Esquí de Bariloche, cuando se derrite la nieve, con nuestro Centro, elogiado por como cuidábamos el medio ambiente.

Pero nuestras actividades en el Cerro Bayo habían nacido con el desafío del esquí y muchos habían colaborado para el desarrollo de esta actividad y no podíamos abandonar un tan lindo proyecto. Además había aparecido la oportunidad de conseguir en Suiza todo lo que hacía falta para que el Bayo se transforme en un espléndido Centro Invernal. Los medios de elevaciones suizos de 500 a 1000 pasajeros/hora, suficientes para nuestra explotación, eran reemplazados en Europa por medios más rápidos y de gran capacidad de transporte/hora. Gracias a estas adquisiciones, nuestra clientela de esquiadores aumentaba año tras año y nos sentíamos responsables de mejorar los servicios. Lo que representaba para nosotros, importantes inversiones que beneficiaban a todo el pueblo. La mayor parte de los habitantes no se daban cuenta de los sacrificios que eso nos exigían, con el riesgo de las malas temporadas y de los riesgos de accidentes.

Por su lado, el Gobierno de la Provincia renovaba su promesa de asfaltar el camino de acceso y de la playa de estacionamiento. Lindas promesas políticas que desgraciadamente no se realizaban.

Pero la Provincia no nos comunicaba solamente lindas promesas y empezaba a complicarnos la vida.

Un día, al final del año 2004, tuve que viajar, en compañía de nuestro ingeniero Pablo Secul, a una reunión en Neuquén, donde nos explicaron que además de la Reglamentación Nacional, que recientemente había sido aceptada por todos los Centros del país, la Provincia había decidido emitir su propia legislación, que iba a ser controlada por un inspector nombrado por ellos.

Un mes más tarde tomamos conocimiento de esta legislación con su aplicación a partir de enero 2006, nos dimos cuenta que se trataba de la reglamentación europea, a la cual un astuto legislador provincial había agregado un pequeño artículo que decía que el inspector tenía el “Derecho de dar su opinión”. No nos podíamos imaginar las consecuencias que este apéndice nos iba a provocar. Con este pequeño artículo, el inspector podía realizar su trabajo en cada Centro de la Provincia como le parecía, según la simpatía que tenía con los distintos gerentes.

Todavía, no conocíamos el inspector, elegido por las autoridades provinciales, pero Pablo Secul lo conocía, porque lo había tenido de empleado en su taller de revisación técnica para vehículos, de donde lo había despedido. La ley provincial iba a entrar en vigencia en 2006, por suerte teníamos todavía un año disponible para revisar las instalaciones. Pero no pensábamos encontrarnos con una persona tan vengativa, decidida a hacernos la vida imposible. Un ejemplo entre muchos fue a principio del año 2006, cuando tuvimos que hacer las pruebas de carga de las telesillas. La reglamentación exigía 160 kg por silla. Cuando teníamos todas las bolsas de arena preparadas para las pruebas, el inspector “opinó” que teníamos que preparar más bolsas porque había decidido poner 180 kg en cada silla al vez de 160. En el momento de empezar la prueba, nos preguntó con qué balanza pesábamos las bolsas, y nos exigió el certificado de fabricación de la balanza. Pensando que era una broma, le contesté que teníamos que ir al cementerio a buscar el certificado, porque la balanza que nos había prestado nuestro amigo Bruno Barbagelata, era del ex negocio “La Flecha”, muy antigua. Pero que podríamos verificarla con una bolsa de cemento de 50 kg. Nuestro inspector nos contestó que para él, lo importante era el “certificado”. Resultó que no pudimos efectuar la prueba por falta del certificado y tuvimos que comprar una balanza digital, para la cual reclamamos a la fábrica su certificado de calidad, mientras se acercaba el principio de la temporada, sin saber todavía si íbamos a poder utilizar las telesillas.

La prueba de carga de la Telesilla “Lagos” en junio 2006. A la Izq., el inspector, sacando fotos de la prueba.

En cuanto a los cables, me recuerdo que en 2006, habíamos llamado, para sus verificaciones, una firma chilena especializada para los cables de ascensores y de las minas. Disponía de un aparato americano ultra moderno. Nuestro inspector no aceptó los “certificados” porque decía que la firma chilena no estaba inscripta en los registros de la Provincia.

El especialista chileno nos había aconsejado cambiar el cable de la telesilla principal, considerando que con el tiempo había perdido espesor y que eso podría provocar el deslizamiento de las pinzas a las cuales eran suspendidas las sillas.

Cambiar un cable de telesilla no es fácil. Apenas habíamos pedido a la fábrica el nuevo cable, empezamos a preparar todo el material que disponíamos para el operativo. Para que se haga lo mejor posible, llamé al amigo suizo, Gord Andereau, especialista en montaje de medios de elevaciones, para que venga a dirigir la operación. Lo que aceptó.

Todo anduvo bien hasta que llegó el inspector. Nos dijo que él no había autorizado el trabajo y que no podíamos hacer funcionar la telesilla sin su autorización y sin haber conseguido de la fábrica, el “certificado de calidad del cable”.

Pero, volvemos a fin del año 2004, cuando este famoso inspector que se llamaba Enrique, apareció por primera vez en el Cerro Bayo, confirmándonos que a pesar que la legislación provincial iba a entrar en vigor a partir de 2006, ya iba a efectuar una inspección para aconsejarnos, pero que a partir del año 2006, no íbamos a poder abrir sin la “Gran Inspección” de cada medio y que las íbamos a tener que pedirle con un mínimum de 15 días de anticipo, por cada medio. También que teníamos que contratar una firma especializada para verificar todas las soldaduras de las torres, de las sillas y los demás elementos. Pensábamos que exageraba, pero tuvimos que rendirnos a la evidencia y ejecutar las órdenes de una persona que no tenía idea de cómo funciona un medio de transporte por cable. Era el perfecto burócrata que exigía “certificados” para justificar su presencia. Nos exigió también de disponer de una oficina exclusiva para guardar sus carpetas y libros de inspecciones. También tuvimos que alojar y dar de comer a los tres hombres contratados para verificar las soldaduras. Nos llamaba la atención que en los demás Centros, no se mostraba tan exigente. La lista de sus exigencias era interminable. Uno de sus caprichos que no se encuentra en ninguna reglamentación era lo que él llamaba la “Cadencia de los vehículos”. Es decir: que el espacio entre cada silla o percha de telesquí sea exactamente igual, lo que es casi imposible por lo complicado de dividir exactamente el largo del cable por la cantidad de “vehículos”.

Mientras soportábamos sus caprichos, sin pensar en la espada de Damocles colgada encima de nuestras cabezas para el año 2006, los días pasaban y se acercaba la temporada invernal 2005.

El 11 de junio 2005, Bernadette escribía: “Hoy día inauguramos  la temporada con buena nieve. El negocio de Hélène no está abierto todavía, porque espera más mercadería (Hélène descubría el mundo del comercio). De cualquier manera la alta temporada empieza solamente el 7 de julio.

Hélène con Yasmin y Carina al lado de su negocio.

El domingo hemos festejado nuestros cumpleaños (Bernadette y Hélène), éramos más de 25. Fue un lindo día entre los numerosos días de nieve y lluvia que tuvimos. Faltaba solamente Paul. Mi estadía en Córdoba fue muy buena, pero siempre demasiada corta. Paul avanza con su tesis. Espera poder terminarla para septiembre/octubre”.

La temporada se anunciaba bien, estaba todo listo y el entusiasmo reinaba.

Todos listos para la temporada en el Refugio Tronador.

Es difícil recordarse todos los trabajos realizados desde octubre 2004 hasta junio 2005.

Durante febrero, desarmamos el T-Bar para entregarlo al Centro de Batea Mahuida. Un gran trabajo, incluyendo la desgracia de un accidente con nuestro camión-grúa que  volcó en el momento del desarme del T-Bar.

El asiento de la grúa me catapultó a varios metros, donde me recogieron en bastantes buenas condiciones.

El accidente de la grúa en el momento de cargar el reductor del T-Bar.

Mientras tanto hacíamos el montaje de la telesilla monoplaza “Cumelén”.

Terminando el montaje de la telesilla Cumelén.

También estábamos empezando el montaje de nuestra octava telesilla “Los Lagos” con la esperanza de poder inaugurarla en el año 2006.

Por su lado, Carlitos Wagemans con Hugo Martínez y José Braun repintaban las torres de la telesilla principal y fabricaban sillas para la telesilla “Cumelén”.

El equipo Carlitos, Hugo y José pintando las torres con su invento de andamio con altura regulable y sus producciones de sillas para la telesilla Cumelén.

Hicimos varias mejoras a la telesilla “Lenga”. Entre las cuales alargamos una torre de un metro sin desarmarla. También hubo que acortar el cable.

Alargamiento de una torre de la telesilla Lenga sin desarmarla y acortamiento del cable.

En marzo/abril, en el nivel 1500, nuestro equipo de albañiles amplió el local de “Los Copitos” y construyeron un nuevo local para la escuela de esquí, al lado de las pistas para principiantes.

La nueva oficina de la escuela en 1500.

Los fines de semana, Édouard participaba de varios Enduros, en los cuales acumuló numerosas copas y medallas.

Édouard con un segundo puesto en el circuito del Cerro Bayo.

Por su lado, Hélène aprobó su último examen de técnica en turismo y fue festejada por sus compañeras.

Hélène bautizada y blanqueada por sus compañeras de estudio.

En junio del 2005, había llegado la nieve e inaugurábamos la telesilla Cumelén, con la cual uníamos la ex base del T-Bar con la plataforma de 1500, ofreciendo la posibilidad de una nueva pista para debutantes, que iba a pasar adelante del restaurante Tronador.

Junio/julio, abertura de la temporada con mucha nieve, la inauguración de la sillita “Cumelén” y la presencia del intendente.

Rocky, Juan Pablo Diaz, el intendente, Hugo Panessi, J-Pierre,  Lalo Bengoa.

El accidente.

La Estación de salida de la telesilla “Chaltén”, un mes antes que nos ocasionó un terrible problema.

Nadie podía imaginarse lo que iba a ocurrir este 23 de julio alrededor de las 13:00 horas. Estábamos comiendo en Andalué, cuando súbitamente la radio de la cocina nos avisa que había descarrilada la telesilla Chaltén. Qué el cable había salido de la rueda de la estación de salida y que podía haber varios heridos.

Enseguida salimos hacia la montaña, donde llegamos en el mismo momento que la ambulancia del hospital y la de los bomberos.

El intendente, médico de profesión, estaba y mandaba al hospital, en las ambulancias los casos más graves y con coches particulares, los demás. La mayoría no fueron retenidos en el hospital. Desgraciadamente seis brasileros y cuatro argentinos tuvieron que ser transportados a una clínica de Bariloche.

El intendente había actuado perfectamente, preocupándose de los heridos, pero se equivocó cuando exigió de parar inmediatamente todo el Centro, antes de la hora del cierre a las 17 horas. En ese principio de la tarde, casi todos los esquiadores se encontraban en la parte superior de la montaña y no sabían  lo que había ocurrido en la base. Es así que antes de la salida de las ambulancias, empezaban a llegar a la ventanilla de Jean-Marie, cientos de esquiadores que no entendían porque habían parado todos los medios de elevaciones y exigían que Jean-Marie les devuelva el dinero.

Apenas llegados a Bariloche, los diez heridos se encontraban con Bernadette y Hélène, quién gracias a su curso de portugués, hacía oficio de traductora. En los pasillos de la clínica, los periodistas en búsqueda de informaciones sensacionales habían aparecidos. Cómo también algunos abogados en la búsqueda de clientes. Ellos entregaban sus tarjetas a las enfermeras para que convenzan los accidentados de hacer una demanda judicial contra la Sociedad Anónima CERRO BAYO.

Los brasileros sufrían principalmente de fracturas en las piernas, porque en el momento de la caída del cable, sus sillas del lado de subida, siguieron avanzando, apretando sus piernas abajo de las sillas donde quedaban troncos y desechos de madera. Los pasajeros del lado bajada por su parte, no tuvieron estos inconvenientes, porque sus sillas salieron por atrás en el momento de tocar el piso y sus piernas se levantaron automáticamente.

No fue nada fácil negociar con los 8 brasileros y sus familias. Después de algunos días en la clínica San Carlos de Bariloche, tuvimos que encontrar aviones para repatriarlos y prever como efectuar los pagos de indemnizaciones durante sus convalecencias.

Por suerte, nos pudimos entender con ellos sin pasar por la justicia. No fue lo mismo con el matrimonio argentino. La esposa estaba ligeramente herida. Pero nos hicieron un juicio por un posible choque psicológico que hubiera sufrido su hijo de 4/5 años. Se terminó el juicio diez años después del accidente.

Después de un accidente, siempre es fácil culpar a alguien, pero en la mayoría de estos casos son muchos factores que se juntan. En ese caso, la causa primordial fue la falta de tolerancia entre el diámetro del eje y del buje de bronce del balancín de compresión de la estación de salida.

En el momento del montaje de ese balancín, me había parecido que nuestro buen tornero, que siempre nos hacía excelentes trabajos, había rectificado con demasiada precisión el eje, sin dejarle el espacio suficiente para la grasa. Me siento responsable de no haberlo llevado para rebajar de una décima de milímetro su diámetro. La prueba del agarre fue que después del accidente, hizo falta una presión de 15 toneladas para separar el eje del balancín. La falta de lubricación provocó el agarre del eje. Lo que empezó, el día anterior, provocando un ruido anormal que notó el sillero, quien enseguida avisó. El día siguiente, el eje estaba como soldado al balancín y los bulones que lo mantenía a la torre, se rompieron, dejando salir el cable hacia arriba, provocando la  salida del cable de la rueda de retorno. La segunda causa que hubiera evitado la salida del cable fue no haber colocado sobre el eje una pieza de seguridad (especial para los balancines de compresión).

Pieza de seguridad que hubiera evitado el accidente.

Un armador especializado en medios de elevaciones, cómo nuestro amigo suizo Gord, seguramente que nos hubiera avisado de la falta de esa pieza en ese caso particular, pero nadie y menos todavía, nuestro exigente inspector provincial, se dieron cuenta.

Con estas explicaciones, me quise extender en cuanto a las causas del accidente para que sirva de antecedentes a los que trabajan en la especialidad de los transportes por cable.

La noche después del accidente pasábamos por todos los canales de televisión y el día siguiente todos los diarios contaban el accidente a su manera. Hasta una radio local nos desacreditaba. De un día para el otro, pasábamos de los elogios a las peores denuncias.

Apenas los accidentados brasileros habían regresados a sus casas, quedamos en contacto con ellos, transfiriendo el dinero que nos pedían para enfrentar los gastos ocasionados por su convalecencia.

En el Cerro, sin esperar la autorización de nuestro inspector, reemplazamos la torre que había causado el accidente por un pórtico, con el cual, nunca más se iba a producir ese tipo de accidente. Nuestro inspector, Don Enrique, reclamó que no lo habíamos informado y que no podía aceptar un plano de pórtico calculado en el estudio de Paul Glassey, en Suiza, por no ser firmado por un ingeniero inscripto en la Provincia.

La torre de compresión antes del accidente.

El pórtico colocado después del accidente.

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